Basilisco: el lagarto que corre sobre el agua

El basilisco pardo (Basiliscus vittatus), conocido popularmente como “lagarto Jesucristo” por su sorprendente habilidad de correr sobre el agua, es una especie originaria de México y Centroamérica que se ha establecido en el sur de Florida.

Su presencia en esta región se debe principalmente a introducciones accidentales o liberaciones desde el comercio de mascotas. Hoy resulta relativamente común encontrarlo en áreas urbanas y suburbanas, especialmente en canales, lagos y bordes de ríos, donde aprovecha la vegetación ribereña para refugiarse.

Este reptil se distingue por sus patas traseras largas y fuertes, con dedos alargados que poseen bordes de piel capaces de expandirse. Estas características le permiten aumentar la superficie de apoyo y son la clave de su destreza más famosa: correr sobre el agua.

Al sentirse amenazado, el basilisco adopta una postura erguida y utiliza únicamente las patas traseras para desplazarse. El movimiento comienza con un golpe rápido del pie contra la superficie (fase de slap), que genera una fuerza vertical suficiente para sostener momentáneamente su peso.

En esa misma acción, se forma una pequeña cavidad de aire bajo el pie. A continuación, el pie se desliza hacia atrás (fase de stroke), produciendo el impulso horizontal que lo hace avanzar, antes de salir del agua para repetir el ciclo.

Los juveniles, por ser más ligeros, pueden recorrer mayores distancias sobre la superficie antes de hundirse. Los adultos también logran esta maniobra, aunque suelen hacerlo por lapsos más cortos. Cuando ya no consiguen mantenerse a flote, simplemente continúan nadando.

Este ingenioso mecanismo es un ejemplo fascinante de adaptación biomecánica y ha sido objeto de múltiples estudios en dinámica de fluidos y locomoción animal.

En Florida, el basilisco se ha adaptado al entorno cálido y húmedo, y forma parte del paisaje faunístico visible en parques, patios y zonas residenciales cercanas a cuerpos de agua.

Aunque no se ha documentado un impacto ecológico severo, su presencia es un recordatorio de cómo especies foráneas pueden establecerse en nuevos hábitats y convivir con la fauna local.

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